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E053 - Un viaje al Diseño Estratégico, con Ludita

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E053 - Un viaje al Diseño Estratégico, con Ludita

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Para obtener reconocimiento en los Premios Nacionales de Innovación y Diseño, hace falta viajar por la propia experiencia. La trayectoria de Isabel Inés Casasnovas mapea la evolución del diseño en estas dos últimas décadas. Del Diseño Visual al Diseño Estratégico, enfrentando los problemas de la construcción de producto digital, la gestión de personas y equipos, la integración de roles…

Ludita comprende como nadie la importancia del colectivo, el poder del proceso y la fuerza de la comunidad.

 

Isa Ludita, La nave nodriza

 

¿Qué es Me We All?

Me We All somos un colectivo de gente que no nos conocíamos de nada. Nos juntó un amigo y fue como una revelación que él tuvo de tener que hacer algo todas juntas, basada en la teoría de la U, que es una propuesta que surge del MIT, muy vinculada a la teoría del cambio y a la teoría del diseño organizacional y todas estas teorías de lo complejo. La propuesta es muy sencilla: si queremos cambiar, desde el punto A hasta el punto B, el camino no es la línea recta, sino que hay que bajar, hay que profundizar, hay que conectar, hay que tocar con lo blandito, hay que soltar. Y eso te permite liberar energía para empezar a imaginar cosas nuevas, construir, crecer. Se llama la teoría de la U porque no es una línea recta sino que baja para luego subir.

El objetivo es acompañar a personas que están en proceso de cambio, que quieren reconectar o que quieren experimentar una transformación y no saben muy bien cómo hacerlo. Vamos adaptando esta metodología a las oportunidades que surgen de aplicarla. Ahora tenemos una propuesta uniendo Me We All y La Nave Nodriza muy orientada a gente que estamos en el mundo de las industrias creativas y el mundo del diseño, con dos visiones. Una es personas que consideran que "trabajan para el mal" (risas) que piensan que no está alineado lo que profesionalmente hacen con lo que personalmente les importa. Y también gente que ya llevamos igual 20 o 30 años en nuestra profesión, que nos quedan otros tantos y que a lo mejor, es un buen momento para pararnos y hacer un proceso guiado en el que podemos reflexionar sobre hacia dónde queremos ir.

Y eso implica ¿dónde estoy? ¿Cuáles son mis convicciones? ¿Qué me mueve?, ¿Cuál es mi propósito? ¿Qué cosas puedo soltar y qué cosas puedo integrar en mi narrativa? Pero también en mi sistema de valores, en mis creencias, para que todo esto que me queda por delante, realmente sea significativo y esté alineado conmigo misma.

 

Estamos ya en los consejos de dirección, los diseñadores, las diseñadoras o la gente de tecnología, somos quienes podemos cuestionar las cosas.

¿Qué tipo de proyectos haces en Ilios?

Cuando hacemos proyectos como Ilios, intentamos que sean proyectos transformadores allá dónde van aplicados. Y además intentamos que sean proyectos en los que podemos trabajar todos juntos. Ten en cuenta que Ilios es una comunidad de diseñadores basados en lo que nos une, en el deseo de trabajar juntos, la confianza y la admiración mutua.

Por ejemplo, he hecho proyectos con Alex Filiatreau, que es una compañera excelente, diseñadora de servicios, con Jorge Correa, con Ignacio Buenhombre, con Agus Jiménez y repensamos la manera en que se compran los coches. Nuestro cliente era una una empresa de transporte marítimo, tenía mucho vínculo con Asia y se fue especializando en automoción de marcas asiáticas y colateralmente tiene varias marcas de automóviles. Se llama Bergé Auto y llegaron a nosotros pidiéndonos que rediseñáramos un CRM que ellos ya tenían que les permitiera entender mejor a sus clientes, y además que fuera multimarca y que pudieran utilizarlo en los distintos concesionarios.

Les dijimos que para esto necesitábamos entender muy bien cómo es el proceso mental para comprar un vehículo.

Estamos hablando de 2016, es decir, prepandémico. Hicimos una investigación muy bestia para entender todo esto y las conclusiones fueron tan ricas que para cuando tocaba diseñar el CRM el cliente se había olvidado por completo de que el acuerdo era diseñar un CRM porque lo que habíamos hecho era crear unas herramientas que ayudaban a tomar decisiones estratégicas mucho más relevantes que lo que te puede aportar un CRM.

¡Qué bueno! A eso se le llama romper un briefing.

También hicimos el CRM, pero había muchísimo más que aportar a otros niveles. Y de hecho, una de las conclusiones de este informe era confirmar que se podían vender coches sin concesionario, y lo que hicieron fue accionar ese proyecto y en menos de un año estaban vendiendo coches sin concesionario. Creo que tenían un plan de negocio con un año o dos de carencia como para asentarse y en menos de seis meses habían vendido un coche en once minutos.

Tienes un pasado de mochilera. En esos dos años como mochilera ¿qué cambió?

Buah, fueron increíbles. Además, yo no sabía que iban a ser dos años. Me había tirado diez años currando a lo bestia, primero en Tisana, Software AG y luego en Idealista. Mi año sabático empezó con una crisis. Cuando me fui de Idealista tenía la sensación de que tenía la vida ideal, la pareja ideal, la casa ideal y el trabajo ideal en idealista.com. Y yo me sentía como vacía.

Lo mío fue un reventón en toda regla y lo dejé todo: pareja, trabajo, país y ocupación. Y pensé que mi trayectoria era la inversa al resto del mundo, que terminando la carrera primero fui empresaria, luego la gran multinacional y luego el producto de diseño y que mi siguiente paso tenía que ser la escuela.

Mi año sabático empezó buscando escuelas por el norte de Europa y estuve viendo escuelas en Suecia, en Copenhague, en Inglaterra y me enamoré de una en Copenhague, el CIID que es una gran referencia para mí como diseñadora y como directora de escuela. 

Mi primer viaje fue a la India y sin billete de vuelta. Uno de los grandes aprendizajes de esa época es viajar sin billete de vuelta. Lo que necesitaba era encontrar la motivación intrínseca. Llevaba tanto tiempo movida por las necesidades del trabajo que ya no sabía ni qué quería yo, ni qué me movía, ni dónde estaba mi motivación. Mi objetivo era: ¿qué vas a hacer hoy para que tu día merezca la pena? Viví grandes aventuras. Empecé viajando con amigos, luego quise viajar sola. Y luego en la India todo me llevaba hacia a México, no sé por qué.

En México tampoco tenía billete de vuelta y me quedé seis meses. Aquello fue increíble y me cambió la vida porque viajé mucho, de muchas maneras distintas, con gente muy diversa. Me pasaron cosas que me hicieron entender que ya me iba a quedar y me quedé tres meses en Margaritas, donde conocí gente excepcional, me pasaron todo tipo de aventuras e hice grandes amigos que a día de hoy siguen siendo gente muy importante en mi vida.

¿Por qué volviste?

Tuve la sensación de que ya había tenido bastante, de etapa cumplida. Volví a Madrid 2008, justo antes de la crisis. Se me hizo muy dura la vuelta. Antes de empezar a trabajar en una empresa, hice un último viaje y me fui al Sahara Occidental. El Sáhara Occidental era una colonia española que dejamos bastante abandonados y que están en guerra con Marruecos porque Marruecos ha ocupado todos sus territorios. Viven en campamentos de refugiados en Argelia principalmente y tienen un ejército, pero en general son pacifistas. Su forma de dar visibilidad a su problema a nivel internacional es principalmente a través de la cultura. Tienen eventos a lo largo del año como ARTifariti, que es un evento artístico, y otro de cine, donde mueven a la comunidad internacional, la comunidad artística para que entre en contacto con sus condiciones de vida, con la gente que vive allí, y podamos difundir de alguna manera su historia y trabajar y ayudar y presionar para que los gobiernos se comprometan a apoyarles de alguna manera más institucional.

Entonces una amiga mexicana iba a cubrir como periodista a ARTifariti, pero no podía ir y entonces me mandó a mí, me dio un curso rápido de cómo utilizar la cámara y la grabadora para hacer entrevistas.

Y acabé entrevistando al presidente del gobierno saharaui y grabando todo lo que podía para que luego ella elaborara la noticia que se iba a dar en todos los medios de comunicación mexicanos.

Total, ¿qué me traigo de todos esos viajes? Lo primero es un amor por el desierto, cosa que no sabía. El desierto mexicano, el desierto del Sahara y en la India también tengo grandes recuerdos de la zona del desierto en la que estuve. Es un lugar en el que hay tan poco que lo llenas tú, que tu ser se vuelve algo muy relevante y entonces importa lo que haces en cada momento. Es relevante cada gesto.

Y a la vez no vales nada. El sol lo domina todo, los elementos, el agua es fundamental, el fuego por la noche. No había smartphones en aquella época y realmente era un aislamiento total. Lugares tan de aislamiento en los que no queda más remedio que mirarte a ti misma y hacerte las grandes preguntas de la vida y responderte con las pequeñas cosas de la vida. ¿Cómo conseguir la comida? ¿De qué vale ser diseñadora de experiencia de usuario en el desierto mexicano? De nada. ¿De qué vale tener una tarjeta visa en el bolsillo? De nada. Y ni siquiera te vale tener un billete de 500, sólo te vale que tengan cambio. Uno de mis grandes aprendizajes en México era ese, muchas veces no había cambio y si no hay cambio tu dinero no vale. Es todo a una escala mucho más pequeña y a la vez la dimensión de la conexión con el planeta, con los con los elementos, lo domina todo.

En México, cuando llevaba un mes ya, me hicieron una intervención y me dijeron que sí, que está muy bien que pagues tus cuatro pesos de la habitación y que te des unas vueltas por aquí y que vengas de casa en casa saludando y somos todos muy colegas, pero ¿tú qué vas a aportar? Nunca me han exigido que aportara como viajera. 

Y  lo que yo sé hacer, además, aquí no vale de nada. Pues en realidad sí, tienes contactos, tienes cerca a gente que tiene plata, puedes ayudar a financiar proyectos aquí. Fue maravilloso aquello, porque me empecé a involucrar en los proyectos que estaban en marcha, movilice gente en España para que me ayudaran a conseguir si les podíamos poner unos repetidores para que de alguna manera tuvieran wi-fi, y además acabé dando un curso de fotografía a los niños y las niñas más pequeñas. Y eso generó que durante los siguientes dos o tres años estuve recogiendo cámaras de fotos digitales y mandándolas para allá. Y para otro proyecto que había empezado de bio-construcción de cisternas de captación de agua de lluvia conseguí financiación en una parroquia de Madrid, y durante años también se estuvo financiando.

Total, que al final sí que aporté, pero si no me hubieran hecho esa intervención, no hubiera establecido esos vínculos que al final definen de otra manera tu relación con el territorio y con la gente.

Las metodologías ágiles nos permiten iterar y abrazar el cambio y nos permiten equivocarnos y de forma sencilla ir adaptando a una realidad un poco más respetuosa.

 

En 2010 entras a Secuoyas para montar el equipo de UX y definir metodologías de trabajo. ¿Cómo fue ese reto?

Fue duro, me costó. Yo creo que ese también es el espíritu de diseñadora, que es: "tírame un reto" como si fuéramos perros. En ese momento yo entré en Secuoyas para montar el área de experiencia de usuario que ya de alguna manera habían tenido pero se habían reinventado, y entonces estuve muy entretenida montando el equipo. Y ahí trabajé con Pilar Esteban, con Horse Olsen, con Isabel Casanova, y ese fue el momento en que las nuevas metodologías del diseño llegaron a las consultoras. Entonces, estaban las empresas que habían liderado hasta entonces y que eran vanguardia, tipo Designit que todavía se llamaba DNX o The Cocktail, que de alguna manera también era un poco punta de lanza en estos temas, y las que éramos un poco más pequeñas y que llegábamos un poquito después, empezamos a desarrollar también nuestros propios departamentos de experiencia de usuario, nuestras propias metodologías, para ir definiendo cómo encajaba dentro de los equipos.

En Secuoyas había un equipo muy fuerte de diseñadores gráficos (todavía no decíamos visuales) y teníamos que encontrar la manera de trabajar juntos y de encontrar cuáles eran los puntos en común. También había equipo de desarrollo, pero es cuando empezamos a hacer talleres, a hablar de co-creación y a empezar los proyectos todas las disciplinas juntos, haciendo un planteamiento inicial en el que todos comprendíamos y volcábamos las necesidades del proyecto desde nuestro punto de vista.

Fue una época muy divertida. Hicimos muchos proyectos y además fue una época, de 2010-12, en la que a nivel de tecnología hubo mucho movimiento. Los smartphones empezaron ya a asentarse, nacieron las tablets, el proyecto estrella de esa época fue uno que nos contrató Canal Cocina para que diseñáramos la aplicación de Canal Cocina para iPad, cuando el iPad todavía no existía. Y entonces les propusimos hacer una investigación en la que construimos unos iPads de mentira, pero equivalentes a los que había entonces, como para poder hacer investigación con usuarios y entender cómo utilizar eso y qué necesidades podían tener.

Experimentamos mucho y hacíamos también investigaciones con usuarios. Para El País hicimos unos diarios de uso en grupos de Facebook, que también era bastante nuevo en aquella época. Empezar a utilizar las redes sociales también para investigar y para tener relación con los propios usuarios a la vez que estaban ocurriendo las cosas.

Uno de los primeros proyectos fue con la gente de Kaleidos antes de que lo crearan. Con ellos aprendí muchísimo precisamente porque fueron los que empezaron a traer las metodologías ágiles y a pensar en cómo integrar el diseño. Y me acuerdo que al principio no había manera y vino Ujué de Biko a darnos una charla para decirnos cómo lo habían hecho en Biko. Y ahí fue cuando empezamos a hablar de los Sprint 0, de que en diseño teníamos que ir dos sprints por delante.

Aprendimos muchísimo y me acuerdo también un momento ¡ajá!, de uno de los diseñadores de Secuoyas, Francis, que decía: "esto para nosotros no funciona", porque la forma de trabajar de los diseñadores tradicionales era ir a su bola y de repente venir con toda la propuesta hecha. Recuerdo perfectamente el momento ¡ajá! de Francis de decir: "¡Ah! ¿Qué yo también puedo rectificar?" Que yo puedo abrazar el cambio también, y entonces a lo mejor tengo hecho un planteamiento de diseño que funciona para una versión X más pequeñita de todo esto, pero luego, a medida que vayamos avanzando, vayamos integrando, yo también puedo hacer un cambio de planteamiento, y entenderlo como algo liberador y no como una imposición de los de tecnología marcando el ritmo.

En 2020 recibes la mención especial del Jurado de Premio Nacional de Diseño en la categoría Trayectoria Profesional por tu "labor pionera en el asentamiento y expansión de las disciplinas de diseño emergente"... ¿Te ha cambiado la vida? 

Pues lo que más ha cambiado es que tengo un perfil público que antes no tenía, me ha puesto un poco en órbita, me empiezan a hacer entrevistas en podcast como el tuyo. 

¿Cómo llevas ese puntito de exposición?

Te diré que todavía lo estoy digiriendo. Primero fue una cosa un poco rara porque es un premio que se pide, se solicita y prepararlo en plena pandemia, a finales de 2020, fue un trabajazo, porque yo quería presentar a La Nave Nodriza en realidad, porque también hay una categoría de empresas, pero no cumplíamos los requisitos porque tienes que tener mínimo diez años y tampoco Ilios porque no es empresa, y me presenté yo, porque además La Nave e Ilios son proyectos de diseño en sí mismos, diseño organizacional, diseño de experiencias de aprendizaje, diseño de empresa. 

Desde entonces para mí la preparación fue un viaje, fue un parto, pero fue bellísimo y es algo que yo recomiendo a todo el mundo que haga cuando lleva ya 25 añitos de profesión, escribir una memoria. Lo que solicitan para presentar la candidatura al premio es una memoria explicando porqué te mereces el Premio, que en la categoría profesional es contar tu trayectoria profesional. Además hacían falta avales y yo no solo quería avales sino que necesitaba validar los pasos que había dado. Entonces empecé a contactar con gente con la que había trabajado en Software AG, en Secuoyas, en la escuela, unos para avales y otros para traer su testimonio, porque yo estaba hablando de una disciplina de diseño que no existía en los Premios Nacionales de Diseño. De hecho es que no encajaba. Pedían también una memoria visual, y no soy diseñadora visual. Entonces toda mi memoria gráfica en realidad eran fotos de gente poniendo post-its, de estrategias, de diagramas, de metodologías.

De alguna manera necesitaba la validación o el testimonio externo ya que si tengo que presentar a un jurado que no conoce o no llama diseño a lo que yo hago, ¿cómo lo hago?

Fue precioso contactar con toda esta gente y recordar todo esto y armar toda una narrativa que daba sentido a lo que en el premio llaman "las nuevas disciplinas del diseño", que ya no es el diseño digital, es que también es el diseño estratégico, el diseño organizacional, el diseño de experiencias de aprendizaje...

Cuando presenté la candidatura fue enviarla y tener una satisfacción tal que me da exactamente igual ganar o no. Además me habían dejado bastante claro que el premio no se lo lleva nadie a la primera. Entonces era, bueno, hemos hecho el trabajazo y para el año que viene le damos forma, y de hecho mi memoria no es "muy allá" gráficamente. Además cerramos un círculo: mi hermana Ana, con la que había montado Tisana, que es diseñadora gráfica, es la que se hizo la maqueta y la que le dio forma y todo eso y fue preciosísimo trabajar con ella. Si no hubiera sido por ella no hubiéramos presentado ni bien ni a tiempo.

Así que toda la tarea de preparar la candidatura fue precioso y fue casi un viaje al desierto. Fue reconectar y recontarme a mí misma de una nueva manera y darme cuenta que mi trayectoria profesional es la historia de una profesión que no existía cuando nosotros empezamos. De una generación de gente, y tú has entrevistado a unos cuantos, Astudillo, Javi Cañada, Gorriti, Juan Leal, Ignacio Buenhombre, Ana Núñez, Isa Casanova, Torres Burriel. Un montón de gente que estábamos ahí cuando se empezó a hacer la tecnología y éramos los que nos interesamos más por la usabilidad y por lo que los usuarios necesitaban que por la parte estética y tecnológica de la web.

Hablas del impacto del diseño en las personas, en la sociedad. Hablemos del solucionismo tecnológico. ¿No se supone que las herramientas tecnológicas que diseñamos están centradas en el usuario?

Yo creo que estamos tan atrapados en un sistema que parece la única manera de hacer las cosas, que cuesta hacerse otras preguntas.

He tenido discusiones serias con compañeros y compañeras de profesión que dicen, sí es verdad que esto es poco útil o es poco planet centric, si me apuras, pero claro, de algo hay que comer.

No somos el colectivo profesional que no tiene de qué comer. Lo que pasa es que tenemos muy poquito pensamiento crítico y muy pocos modelos y referentes que nos permitan ir por otros caminos, por eso hemos hablado de Kaleidos. Precisamente es una empresa que ha explorado nuevos caminos y que antepone su idea, su propósito y su idea de un mundo mejor, a las lentejas. Nuestro sector es muy próspero, somos unos grandes privilegiados profesionalmente hablando, con lo cual somos los más indicados para cuestionar el modelo. La gente que vive en otras condiciones o que está viviendo otras circunstancias profesionales no puede permitirse el privilegio de cuestionar. Primero porque socioeconómicamente lo tiene mucho más difícil y segundo, porque a lo mejor su trabajo no tiene un impacto tan directo en lo que está dando forma al mundo. Ahí no estoy segura de que yo tenga razón, porque al final es muy de esta profesión o a lo mejor muy mío, el no darme cuenta del valor que tienen otras profesiones.

Estamos ya en los consejos de dirección, los diseñadores, las diseñadoras o la gente de tecnología, entonces somos quienes podemos cuestionar las cosas.

El año pasado, en una de estas mesas redondas a las que ahora soy invitada, alguien dijo: "Nuestro cliente es el planeta y cualquier cosa que nos planteemos hacer como empresa, desde el punto de vista del negocio, tenemos que preguntarnos si está siendo respetuoso con el planeta". Cuando hablo de diseño centrado en las personas, cuando digo las personas, digo el planeta también. Creo que somos quienes tenemos que traer esta mirada más respetuosa con el usuario y con el planeta y si lo bueno de la tecnología es que todo es posible, entonces también.

Y las metodologías ágiles nos permiten iterar y abrazar el cambio y nos permiten equivocarnos y de forma sencilla ir adaptando a una realidad un poco más respetuosa.

¿Un buen diseñador, una buena diseñadora, debe ser activista?

Soy estudiante de la Escuela de Trabajo de Procesos y Democracia Profunda de Barcelona. Mis compañeras de la escuela son las más activistas, las más feministas, las más independentistas. Son unas tipazas, casi todas son mujeres. Yo tengo mucho respeto, siempre me he movido en los márgenes del activismo. Para los activistas, soy una capitalista de libro. Y luego, en entornos más tradicionales, más adaptados, menos rebeldes, más normativos, yo soy la rebelde. No me considero activista, considero que tengo un rol y además me ha pasado toda la vida porque soy la tercera de cuatro hermanas. Soy un poco un puente, entonces siempre estoy incómoda en todos lados porque no encajo del todo bien. Esto durante mucho tiempo para mí ha sido un problema y lo he vivido con dolor y con insatisfacción, que me tengo que esforzar más.

Y ha llegado un momento en que me he dado cuenta de que es al revés, que es un privilegio porque soy bienvenida en los dos mundos, que es algo muy difícil y en ambos puedo llevar un poquito del mensaje del otro lado, con lo cual de alguna manera quiero imaginar que eso permite que se vayan fortaleciendo los vínculos, acercando las posturas o por lo menos conociéndose.

Los problemas complejos están dentro del terreno de lo liminal, y creo que eso se refleja en cómo planteáis las cosas en La Nave Nodriza.

En La Nave Nodriza decimos "en la nave no se estudia, ¡se aprende!" Y nosotras aprendemos todo el rato también. Esta profesión no existía cuando nosotros empezamos a trabajar, con lo cual la hemos ido construyendo, proyecto a proyecto. Porque el diseño es una disciplina proyectual. Cuando montamos La Nave Nodriza, la pregunta que desde entonces domina es ¿cuál es la mejor manera de aprender esto? Y eso es diseño puro y duro. ¿Cuál es la mejor manera de utilizar esto? ¿Cuál la mejor manera de resolver este problema?

Y así abordamos todo en La Nave, pero además, a medida que las disciplinas van tomando forma, la forma de aprenderlo también cambia, por eso hablamos mucho más de aprendizaje que de enseñanza.

En las escuelas normalmente se habla de formación. Eso me da muchísimo respeto. No siento que yo forme a nadie, en La Nave no formamos en el sentido tradicional de yo tengo todo el conocimiento y te lo cuento a ti, pequeño Padawan, que no sabes de esto. Hay también un fluir de roles que es una de las cosas más poderosas y más bellas de La Nave Nodriza. Y es que cualquiera que que sea una eminencia en un tema puede ser estudiante en otro y puede ser el aprendiz.

Desde el diseño no habíamos aprendido a enseñar. Lo que hemos hecho es aplicar el diseño a la disciplina y lo que hacemos es diseñar experiencias de aprendizaje que responden a la pregunta de base: ¿Cuál es la mejor manera de aprender esto? Normalmente la respuesta nunca es que yo te lo cuente, sino que tú lo practiques y luego lo reflexionemos y además te diga "y ésta ha sido mi experiencia" y que venga alguien con más experiencia todavía y nos cuente su caso también. Y eso implica una serie de parámetros que nosotros empezamos a tener ya muy claros. Uno es el espacio seguro de aprendizaje. En su momento dimos con este local que tenemos en Lavapiés, que es como un buque insignia, de hecho es a lo que mucha gente llama la nave, pero en realidad La Nave es un concepto y de hecho en pandemia la nave como tal ha dejado de ser utilizada como espacio de aprendizaje y hemos encontrado la manera de seguir teniendo espacios seguros de aprendizaje en lo que nosotros llamamos "lo remoto".

Esa es una de las cosas que yo creo que en La Nave hacemos fenomenal y que para nosotros es básica, que tiene mucho que ver con los cuidados. Igual que en el trabajo, a nivel sociedad, los cuidados cada vez se entiende más que están en el centro de tantos procesos y que hablan de lo liminal, hablemos de los cuidados, pues en La Nave cuidamos mucho acompañar el proceso de aprendizaje de cada persona, tener espacios seguros de aprendizaje, visibilizar el fluir de los roles. 

Y eso quiere decir que porque tú seas el CEO de una reputada compañía no te presuponemos ningún conocimiento ni tienes más estatus que el resto de tus compañeros y compañeras de aprendizaje. Lo cual no quiere decir que tengas una experiencia brutal que esperamos que realmente compartas con los demás, porque entonces son los demás los que van a aprender mucho y a lo mejor tú elaborando tu propio conocimiento para que los demás aprendan también, como me pasó a mí preparando mi candidatura, pues acabas re-elaborando tu propia narrativa. 

¿Por qué son importantes las comunidades? ¿Cómo las gestionas?

Las comunidades son importantes porque somos animales sociales y nos necesitamos unos a otros. Esta profesión no existía cuando empezamos y toda esa generación empezamos trabajando, juntándonos para compartir conocimiento e ir armando las bases de la profesión, decirnos lo que nos pasaba en los proyectos, lo que aprendíamos, lo que leíamos, a quienes seguíamos, etc. A las redes sociales llegábamos a 40, 60, 80 personas a la vez. Así entramos en Twitter, en Facebook, en tantas otras redes que luego se han quedado en otras cosas. Yo no concibo esta profesión si no fuera porque éramos una comunidad y somos una comunidad. Ahora que ya es una comunidad cada vez más grande, los roles cambian y las necesidades cambian también. Cada vez hay gente con más experiencia y cada vez hay más gente que está donde estábamos nosotros hace 5, 20 años. Y entonces, ¿cómo acompañar a todo esto?, ¿cómo darle un sentido?, ¿cómo construir valor entre todos?

Los que llevamos ahí desde el principio tenemos más experiencia y eso implica una serie de responsabilidades. Supongo que llevará pasando toda la vida en las nuevas profesiones, pero como nosotros somos nuevos en esta, pues hay cosas que van surgiendo, necesidades y casuísticas que van ocurriendo sobre la marcha. Y ahí es donde se ve cómo cada persona o cada proyecto, queremos o podemos abordarlas en ese momento.

¿Cómo insuflar energía en una comunidad sin capitalizarla? Cómo hacer ese liderazgo de forma que sea servil y que propicie la participación, porque esa es la gasolina de las comunidades.

Es un súper reto, porque hay una cierta tentación de liderarla, cuando en realidad lo que hay que hacer es dotarla de entitlement, que todo el mundo piense que tiene algo que aportar o que pedir, que tiene ahí su espacio, que hay escucha, que hay vínculo.

De hecho estamos empezando desde La Nave a explorar nuevos modelos de aprendizaje basado precisamente en comunidades de iguales. Hay ciertos temas que tienen más que ver con las soft skills que es más de un grupo de iguales con quien reflexionar y llegar a conclusiones y además a lo mejor te llevas a las tuyas y yo a las mías, pero tu reflexión es lo que lanza mi aprendizaje.

Ahora estamos explorando con temas que nos interesan mucho donde no hay referentes que nos vuelvan locos, por ejemplo diseño y género o diseño y liderazgo o diseño organizacional, que tienen más que ver con desarrollo de competencias que con cuestiones más típicas del diseño en sí, y los llamamos laboratorios, espacios seguros de aprendizaje en los que explorar como grupo o desde el grupo.

¿Cómo motivas, cómo generas esa relación, cómo tomas las decisiones, cómo empoderas, cómo aportas algo de valor más allá de lo económico?

Las comunidades para que funcionen bien necesitan alguien que esté haciendo jardinería de la propia comunidad y ese rol de jardinería tiene que ser súper generoso, es muy difícil, porque al final tenemos que desaprender un montón de cosas. 

Estoy totalmente de acuerdo y es verdad que está la tentación todo el rato de instrumentalizarla. Y hay veces que es muy frustrante, porque me encantaría que hubiera más actividad, y a la vez respetar el ritmo natural y ver dónde puedes aportar. Donde aportamos es en facilitar ese espacio, como las plataformas, donde pueden darse más los actos de compartir en comunidad. Algo que vemos que forma parte del rol de La Nave es facilitar esa fluidez entre roles, es una de las cosas que más afianzan el sentimiento de comunidad. Y facilitar que ocurra, pero respetar su ritmo, no liderarlas.

Las empresas, los países, las comunidades de vecinos, las clases, todos somos redes orgánicas de personas, redes sociales. 

Si no somos capaces de entender qué tipo de liderazgo necesita y cómo inspirar a esa comunidad, es muy difícil tener éxito en cualquier tipo de transformación.

Me parece que los diseñadores y las diseñadoras estamos en una posición de poder bastante fuerte y no somos conscientes de que tenemos ese privilegio. Hablo del diseño, pero en el mundo de la tecnología también. Estamos tan acostumbrados al servilismo, a hacer lo que nos mandan o al business as usual, ¡basta ya! ¡Vamos a explorar nuestra propia manera!

Si muchas profesiones tradicionales están cambiando porque los tiempos lo requieren y están adquiriendo las competencias tradicionales de los diseñadores, los diseñadores también podemos cambiar y cuestionarnos y ver qué competencias son las que hacen falta para los nuevos liderazgos.

Ahora recuerdo tu interés por la sociocracia y ¡lo entiendo todo! 

Sí, escuché la entrevista a Adrian Perrau la primera vez que hablamos tú y yo de la posibilidad de esta entrevista y, ¡guau, sociocracia! En La Nave practicamos la "navecracia" nos ayuda Jesús Carreras a aplicarlo, porque es algo que está tan fuera de los modelos tradicionales que para empezar nos vino muy bien que nos ayudara con temas de roles, de tarea, los círculos, sobre todo a darle forma. En La Nave nos pasa muchas veces que hacemos las cosas según nos salen y luego resulta que hay por detrás una teoría de la U, una sociocracia, o un desing thinking y resulta que han teorizado al respecto, y eso da mucha paz.

Nosotras no somos tanto de teorizar, somos más exploradoras, somos más de hacer y ni siquiera de contarlo, que muchas veces hasta se nos olvida. Y luego lo ves por ahí contado bien y dices: ¡Buah! ¡Eso es lo que nosotras hacemos! Una cosa somos los socios fundadores con Leal y Buenhombre y como se impulsó La Nave Nodriza, y otra cosa es el día a día del funcionamiento, que ahora somos todas mujeres, además con Daniela, Marisa, la otra Isa y yo, y luego una comunidad gigantesca de gente que va tomando distintos roles en función del momento. Tú imagínate la de gente que trabaja en La Nave, coordinando, dando clases, facilitando, y ninguno son empleados, ninguno necesita el dinero que cobra en La Nave para vivir.

¿Cómo motivas, cómo generas esa relación, cómo tomas las decisiones, cómo empoderas, cómo aportas algo de valor más allá de lo económico?

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Carlos Iglesias

CEO en Runroom | Director Académico en Esade | Co-founder en Stooa | Podcaster en Realworld

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